Capitulo 4: “La Vidente”
Caminó cerca de diez horas antes de llegar a los limites del desierto y el bosque y a penas comenzaba a sentir el cansancio, pues tantos años de entrenamiento la hacían mas resistente que cualquier agente de Cape.
Recordaba vagamente la existencia de una aliada Cape, una mujer de edad avanzada que abandonó la asociación en medio de un ataque de paranoia y que radicaba en el bosque, así que después de comenzar a sentirse en el limite del desgaste humano, decidió buscar a aquella mujer conocida como “La Vidente”.
Recordaba pedazos de relatos de otros agentes que daban con la ubicación de la Vidente, y aun cuando insistía en que solo eran leyendas, estaba decidida a encontrar a aquella mujer, aun cuando esto significara perder el camino.
El bosque de los lamentos era y aún es un lugar tenebroso solo por la fauna que contiene, se generan sombras y sonidos en medio de una perpetua penumbra que puede traer a cualquiera a un estado de temor gigantesco.
Ahí estaba, tal y como lo contaban los agentes, una casa hecha con raíces debajo de dos rocas que se intersectaban en la cúspide de estas y con el olor a manzana hervida, lo cual era un claro indicador de la practica mágica de la habitante.
Roja casi desfallecía de cansancio y nunca supo como llamó a la puerta, pero solo vio como esta se abría y se asomaba una figura femenina encorvada y con un penetrado aroma a raíces. Roja se desmalló y la mujer la llevo al interior de la casa.
Cuando Roja despertó no tenia noción de donde se encontraba, pero al ver el interior del lugar plagado de frascos que contenían sustancias de aparente origen vegetal, su primer impulso fue asegurarse de que su capucha se encontraba cubriendo su rostro, pero no la encontró ahí.
-¿Buscas esto?- escucho Roja al fondo de la habitación donde ella se encontraba tendida sobre un catre mal improvisado y cubierta con una frazada hecha de una tela gruesa como lana de borrego. La anfitriona se encontraba frente a una olla de peltre y le dijo:
-¿Por qué la Cape insiste en enviarlos aquí? Ya le deje bien claro a esos malditos Abe´s que no me interesa su juego de mentiras- dijo mientras se acercaba lentamente a Roja, quien aún estaba bajo los efectos del cansancio. –Bebe esto querida- dijo la anciana mientras le acercaba un vaso lleno de un brebaje que olía a manzanilla. Roja lo bebió, pues la anciana mantenía un gesto de generosidad a pesar de lo que las leyendas entre agentes narraban.
-¿Te han enviado a asesinarme no es cierto? No te preocupes querida, yo alguna vez fui victima también de esos torpes.
-Se equivoca señora, yo he venido aquí a buscar un lugar donde recargar energías solamente.
-Es cierto, aquí lo dice, tu destino solo cruza conmigo en esta ocasión. No coincide, mi momento es cerca y a manos de ellos, pero no de ti.- La anciana mostraba a Roja las líneas de la palma de su propia mano mientras la miraba con cierta curiosidad y fruncía.
-¿Podría soltarme señora?
-Claro querida, pero debo advertirte, estas a punto de experimentar una serie de sensaciones que nunca has sentido; traición, decepción, sorpresa y sobre todo una pasión que jamás creíste que pudieras ser capaz de sentir.
Roja quitaba su mano de la de la anciana y se repetía a si misma que solo eran leyendas.
-No te sientas mal querida, hace años yo tampoco me hubiera creído. Trata de descansar, mañana por la mañana puedes seguir tu viaje, te aseguro que llegaras a donde debas llegar aunque sea muy diferente de a donde crees que vas.
Roja solo agradeció a la anciana y se seguía repitiendo que solo eran leyendas, así que envuelta en la confianza que emanaba la improvisada y humilde residencia de la anciana cerró los ojos y se sintió sedada, por un momento pensó en la bebida, pero después descubrió que simplemente disfrutaba de la tranquilidad de encontrarse segura en algún lugar aunque fuera por solo un momento.
Cuando el sol salió por la mañana y se filtraba a través de los agujeros de la pared, Roja de inmediato comenzó a cargar sus cosas cuando la interrumpió la voz de la anciana.
-Ten mucho cuidado querida, a veces los lobos se visten de corderos.
-Le agradezco la hospitalidad y los consejos señora, así como el interés, pero si es cierto lo que me han dicho de usted, debe saber ya que debo terminar lo que he empezado.
-Como dije, solo ten cuidado querida.
Roja terminó de agradecer la hospitalidad y salió de aquella casa caminando por la vereda cuando la voz de la anciana la detuvo.
-Querida, necesitaras esto.- La anciana le entregó su capucha roja y de inmediato Roja se la colocó mientras la anciana le entregaba un paquete mas, un paquete rectangular envuelto en trapos sucios con un penetrante olor a humedad. –Úsalo cuando debas usarlo querida, créeme, hay mas en juego de lo que piensas.
-Le agradezco de nuevo señora.- Dijo Roja mientras guardaba el paquete entre sus ropas.
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