Capitulo 2: "La misión de Roja"
Una tarde de invierno, Roja se encontraba entrenando en las instalaciones de un pueblo fronterizo, aún territorio de la Goodwana, una instalación donde se contaba que alguna vez fue escenario de una batalla entre un legendario pirata y seres místicos, pero las leyendas que se cuentan en toda la Goodwana nunca se pueden corroborar, esto era intrascendente a Roja quien entrenaba solo esperando el momento en el que fuera llamada para realizar el siguiente golpe, la siguiente misión. Esperaba el momento de demostrarse a si misma, que era la mejor.
Los eventos que dieron fama a Roja eran a veces exagerados por mismos miembros de la Cape, a veces decían que podía saltar hasta dos metros, a veces decían que solo tenia suerte, incluso algunas agentes achacaban sus triunfos al torrente de feromonas que emanaba. Lo cierto es que para los Abe´s, líderes de la Cape, ella era la opción perfecta para obtener resultados perfectos, trabajo limpio y efectivo era el binomio que caracterizaba el trabajo de Roja.
Esa tarde de invierno, Roja realizaba una serie de pesadas rutinas en aquel embrujado lugar, golpeaba tablones de mas de diez centímetros de espesor mientras a penas se percibía su presencia y estos se desquebrajaban producto de la enorme fuerza que inyectaban sus puños mientras que solo se percibían como un susurro tímido del viento.
Los murmullos que corrían en el lugar fueron interrumpidos por la alarma de su comunicador de muñeca indicándole que el momento había llegado.
-Aquí roja- dijo con voz firme que a penas dejaba escapar un jadeo del cansancio de sus ejercicios rutinarios
-Roja, ven de inmediato a la planta alta- se escuchó salir de la muñeca.
Inmediatamente Roja subió las escaleras de madera llenas de hollín y con algunas marcas de quemaduras que embonaban con la leyenda, aunque Roja insistía que eran cuentos locales.
Llegó a una oficina donde la esperaba Abe, quien se posaba de pie junto a su escritorio sosteniendo una bebida con una mano y con la otra en el bolsillo.
-Ha llegado el momento Roja, tenemos evidencia suficiente para mostrar al mundo la verdad sobre El General, no puedo darte muchos detalles, pero lo que siempre se ha sospechado aparentemente es verdad.
-No tengo idea de que me habla.
-No debes de tenerla, toma- Abe dio a Roja un papel doblado que sustrajo de su bolsillo. – aquí esta el código que abre el maletín que ha llevado ya un equipo a la capital, ahí están esperando ya algunos miembros infiltrados en los medios oficiales. Tu labor es sencilla, solo tienes que abrir el maletín y entregar el contenido a Woolf, el es el único que tiene el valor de hacer publico el contenido aun a costa de su vida, si lo logras todo el propósito de Cape tendrá sentido, Woolf te lleva dos días de ventaja desde aquí así que debes ser rápida y recuerda que debes tener cuidado con las aldeas del desierto.
-¿Desierto?- dijo Roja con una mezcla de incertidumbre y curiosidad por las palabras de Abe. -¿Por qué ir en el desierto?
-Por que si es cierto lo que tengo entendido que contiene el maletín, habrá mucha gente que dará su vida por el y no gente normal, gente con entrenamiento.
-Yo desayuno esos tipos Abe, no veo por que debo ir por el desierto.
-Roja, no es momento de hacer preguntas, tu indisciplina debe anularse en esta misión, esta es la que todos esperábamos, y por eso te la confío a ti, la mejor.
-Lo siento señor- dijo Roja mientras tomaba el papel y leía el contenido.
-¿Lo has leído no es cierto?
-Pensé que debía hacerlo
Abe tomó el papel y le prendió fuego. –Solo tú conoces la palabra ahora Roja, solo tú puedes abrir el maletín y así debe ser, recuerda, solo Woolf es confiable.
-Si señor- Roja empacó sus cosas y alisto una cuatrimoto de la bodega, no cargaba muchas cosas, básicamente armamento ligero y agua debido a la ruta en la que debía realizar su misión, además de ropa clara, excepto por la capucha distintiva de Cape, la suya en particular de color rojo, por la cual era conocida así.
A pesar de la estación, el calor en el desierto fronterizo no era amable, y mientras Roja trataba de planear una ruta para esquivar la zona de magnetismo, continuaba pensando en el contenido del maletín y la razón por la que Abe estaba tan consternado.
La temperatura del vehículo aumentaba exponencialmente en función del tiempo en que llevaba a acabo su recorrido por el desierto, bebía en ocasiones algo de agua y en ocasiones el terreno le pedía bruscamente una maniobra que le permitiera seguir adelante. Al cabo de seis horas de viaje comenzaba a sentir el cansancio, así que recordando técnicas de su entrenamiento continuaba su misión mientras trataba de recordar a Woolf.
El nombre le era familiar y lo asociaba a un hombre de a penas unos treinta años, un hombre con vitalidad y que poseía un carisma envidiable por otro agentes de la Cape, incluso, y muy para sus adentros, Roja recordaba cierta atracción física que le ocasionaba el hombre. Esto fue hace algunos años, pero aun recordaba el rostro de aquel agente a quien debía entregar el contenido del maletín.
El punto de reunión estaba aun lejos, pues la capital se encontraba distante e incluso llegó a pensar como esquivar la seguridad que seguro existiría a su llegada.
Justo en el momento en que comenzaba a sentirse angustiada por la gravedad descrita de la misión y justo cuando comenzaba a sentirse segura de lo que debía de hacer una enorme explosión en su vehículo la hizo saltar hacia atrás en una onda de calor que emanaba de la moto en llamas.
Los eventos que dieron fama a Roja eran a veces exagerados por mismos miembros de la Cape, a veces decían que podía saltar hasta dos metros, a veces decían que solo tenia suerte, incluso algunas agentes achacaban sus triunfos al torrente de feromonas que emanaba. Lo cierto es que para los Abe´s, líderes de la Cape, ella era la opción perfecta para obtener resultados perfectos, trabajo limpio y efectivo era el binomio que caracterizaba el trabajo de Roja.
Esa tarde de invierno, Roja realizaba una serie de pesadas rutinas en aquel embrujado lugar, golpeaba tablones de mas de diez centímetros de espesor mientras a penas se percibía su presencia y estos se desquebrajaban producto de la enorme fuerza que inyectaban sus puños mientras que solo se percibían como un susurro tímido del viento.
Los murmullos que corrían en el lugar fueron interrumpidos por la alarma de su comunicador de muñeca indicándole que el momento había llegado.
-Aquí roja- dijo con voz firme que a penas dejaba escapar un jadeo del cansancio de sus ejercicios rutinarios
-Roja, ven de inmediato a la planta alta- se escuchó salir de la muñeca.
Inmediatamente Roja subió las escaleras de madera llenas de hollín y con algunas marcas de quemaduras que embonaban con la leyenda, aunque Roja insistía que eran cuentos locales.
Llegó a una oficina donde la esperaba Abe, quien se posaba de pie junto a su escritorio sosteniendo una bebida con una mano y con la otra en el bolsillo.
-Ha llegado el momento Roja, tenemos evidencia suficiente para mostrar al mundo la verdad sobre El General, no puedo darte muchos detalles, pero lo que siempre se ha sospechado aparentemente es verdad.
-No tengo idea de que me habla.
-No debes de tenerla, toma- Abe dio a Roja un papel doblado que sustrajo de su bolsillo. – aquí esta el código que abre el maletín que ha llevado ya un equipo a la capital, ahí están esperando ya algunos miembros infiltrados en los medios oficiales. Tu labor es sencilla, solo tienes que abrir el maletín y entregar el contenido a Woolf, el es el único que tiene el valor de hacer publico el contenido aun a costa de su vida, si lo logras todo el propósito de Cape tendrá sentido, Woolf te lleva dos días de ventaja desde aquí así que debes ser rápida y recuerda que debes tener cuidado con las aldeas del desierto.
-¿Desierto?- dijo Roja con una mezcla de incertidumbre y curiosidad por las palabras de Abe. -¿Por qué ir en el desierto?
-Por que si es cierto lo que tengo entendido que contiene el maletín, habrá mucha gente que dará su vida por el y no gente normal, gente con entrenamiento.
-Yo desayuno esos tipos Abe, no veo por que debo ir por el desierto.
-Roja, no es momento de hacer preguntas, tu indisciplina debe anularse en esta misión, esta es la que todos esperábamos, y por eso te la confío a ti, la mejor.
-Lo siento señor- dijo Roja mientras tomaba el papel y leía el contenido.
-¿Lo has leído no es cierto?
-Pensé que debía hacerlo
Abe tomó el papel y le prendió fuego. –Solo tú conoces la palabra ahora Roja, solo tú puedes abrir el maletín y así debe ser, recuerda, solo Woolf es confiable.
-Si señor- Roja empacó sus cosas y alisto una cuatrimoto de la bodega, no cargaba muchas cosas, básicamente armamento ligero y agua debido a la ruta en la que debía realizar su misión, además de ropa clara, excepto por la capucha distintiva de Cape, la suya en particular de color rojo, por la cual era conocida así.
A pesar de la estación, el calor en el desierto fronterizo no era amable, y mientras Roja trataba de planear una ruta para esquivar la zona de magnetismo, continuaba pensando en el contenido del maletín y la razón por la que Abe estaba tan consternado.
La temperatura del vehículo aumentaba exponencialmente en función del tiempo en que llevaba a acabo su recorrido por el desierto, bebía en ocasiones algo de agua y en ocasiones el terreno le pedía bruscamente una maniobra que le permitiera seguir adelante. Al cabo de seis horas de viaje comenzaba a sentir el cansancio, así que recordando técnicas de su entrenamiento continuaba su misión mientras trataba de recordar a Woolf.
El nombre le era familiar y lo asociaba a un hombre de a penas unos treinta años, un hombre con vitalidad y que poseía un carisma envidiable por otro agentes de la Cape, incluso, y muy para sus adentros, Roja recordaba cierta atracción física que le ocasionaba el hombre. Esto fue hace algunos años, pero aun recordaba el rostro de aquel agente a quien debía entregar el contenido del maletín.
El punto de reunión estaba aun lejos, pues la capital se encontraba distante e incluso llegó a pensar como esquivar la seguridad que seguro existiría a su llegada.
Justo en el momento en que comenzaba a sentirse angustiada por la gravedad descrita de la misión y justo cuando comenzaba a sentirse segura de lo que debía de hacer una enorme explosión en su vehículo la hizo saltar hacia atrás en una onda de calor que emanaba de la moto en llamas.
1 comentario:
wooow
que buena onda de historia
haha
le da un giro total al concepto
xD
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